
La experiencia global de epidemia que estamos vivenciando hace imprescindible evaluar el alto impacto sobre el psiquismo y pensar alternativas para la próxima vez que suceda algo similar.
Se trata de un gran desafio para todos y en especial para los profesionales de la salud mental.
Soledad, temores, ansiedad, alteraciones del sueño, cambios en los duelos, afectación del ánimo, aislamiento y descuido o demoras en la atención de los problemas físicos, son algunas de las consecuencias mundiales de una cuarentena quizá en determinados momentos necesaria, a veces muy extensa, otras regularmente proyectada, pero siempre perjudicial para el bienestar integral de una persona…

Hay quienes pueden negar, desconocer o desestimar varios de estos efectos colaterales y quienes los atribuyan a problemas de comunicación. Pero las secuelas existen y son muchas y algunas muy profundas.
La información es primordial porque para próximos eventos quizás con la experiencia ya vivida, y con el rol de los “mass media” correctamente instrumentado, podrían evitarse la restricción de la libertad y el miedo que tanta angustia, desazón y hasta pánico causaron y causan aún, y que además dejan daños todavía incalculables.
Ahora bien, dicho lo anterior, en perspectiva y después de que algo ocurrió es necesario estudiarlo investigando y generando conclusiones, porque en el momento en el que todo se desató fuimos sorprendidos (muchas veces desoídos también…) pero actualmente la situación es distinta.
Me interesaría plantear que si bien debemos teorizar sobre lo que pasó, analizándolo y proyectándonos para el futuro, no tendríamos que olvidar que no fue sencillo lo vivido y transitado cuando todo ocurrió y que fue haciéndose lo que se consideraba mejor y a veces lo posible en su momento porque hay que tener en cuenta que una cosa es hablar del león y otra verlo venir…